La compañía perdida de Max el Negro (II)



Gandalf el Loco se rió con una carcajada que sonó como un estruendo, reverberando en el polvo del templo en ruinas.


"¡Es imposible matarte!" gritó mientras se acercaba para abrazar fuertemente a Einar. El aparatoso abrazo sonó con ruido hueco al chocar las placas de las armaduras. La que Gandalf portaba, al igual que las de los nueve astartes que aparecieron con él eran más ligeras que las de los cazadores de Einar. Algunos incluso llevaban los brazos desnudos, unos brazos musculosos con los tatuajes tribales propios de las diversas tribus fenrisianas de las que provenían. Un par de ellos llevaban tatuada el águila imperial, símbolo de su procedencia terrana. Las armaduras les permitían movimiento ágiles, y a un gesto de Gandalf recorrieron prestos el círculo de piedra calcinada llena de signos cabalístos en el cual habían aparecido. Y el resto de la estancia. Olfateando. Y notando cómo el aire volvía a cargarse de ozono.

++ Caja de bárbaros del caos
++ Restos de Manada de Lobos Espaciales
++ Plasticard, masilla, material de modelismo

Para construir diez exploradores lobo. He montado cinco, y de uno en uno, para incidir en su aspecto individualista, cada uno pensando en un arquetipo fantástico. Están terminados He-Man, Conan, Gladiator, Mad Max y don Quijote. Veremos cómo acaban los demás. Básicamente, piernas de marine, torso de bárbaro y plasticard y masilla para dar el tamaño de escala "fidedigna".

Gandalf, con un gesto casi imperceptible, indicó a Kuristián, uno de los terranos, que se callase. Era noche cerrada, como podía ver a través del derruido techo y las cristaleras rotas. Y había que cazar. Como lobos.

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